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Viajar es una experiencia íntima. Así recorra el mismo sendero que otros, cada viajero lo contempla y percibe de forma distinta. Desde el disfrute de su individualidad, el ojo del caminante responde a vivencias personales, de ahí que se puedan obtener lecturas diversas que dependen de la forma de transitar y obedecen a la forma de sentir, pensar y actuar del peregrino. En el ejercicio de la escritura, la experiencia personal se transforma en algo irrepetible y las descripciones se convierten en un filtro particular. En Relatos de Viaje ese transitar íntimo se despliega a la vida “guerrera”: la del “mochileo” y el “rebusque”, que desde el sencillo caminar de una viajera, enamorada de la verdad y del pueblo latinoamericano, relata su propio recorrido acompañada de su espíritu romántico, revolucionario, talentoso y quien se halla inevitablemente inmersa, rodeada de arte, naturaleza y mística en su paso por tierras suramericanas. La narración retrata fidedignamente el sentir de una tierra favorecida y rica en su entorno geográfico, además de la problemática social, política y ambiental que sufren los países de Suramérica. No puedo más que hablar de mi propia experiencia mientras leía este libro, de lo que produjo en mi cabeza y corazón. Me desplazó hasta paisajes hermosos y paradisíacos que dibujaron en mi rostro sonrisas espontáneas. Gracias a sus descripciones, vívidas, sensibles, ricas, me llené de nostalgia y valor; me sentí próxima a los pasos de Denise, a su empatía, conciencia y generosidad. Fue en mi acercamiento a su relato que descubrí que ella siempre había querido estar en Colombia, mi patria ahora lejana, donde la conocí a ella y a su “colombiana” que tanto le envidié; fue así como me llené de emoción y recuerdos por su propia lectura de Bogotá, imponente y gris ciudad en la que pasé años de mi juventud; sobre la selva y el pacífico colombiano. Fue gracias a la crudeza de su escritura que hizo que me estremeciera al saborear de nuevo las desgarradoras entrañas de Colombia y su gente. Leer su libro me trajo viejas añoranzas: “¡Me parecía que Colombia era un país que vivía de fiesta!”, escribe Denise y, a decir verdad, concuerdo con ella porque a pesar de todos los conflictos y vicisitudes que sufrimos los colombianos, cotidianamente transmitimos el contento y alborozo a quienes visitan nuestras coloridas y cariñosas tierras. Los colombianos somos gente que convive diariamente con la muerte y a la vez celebramos el milagro de la vida, ella muy claramente lo vio así en su andar. Cuando conocí a Denise, pude percatarme de la forma en que viajaba. Ella fue una de las personas por las que terminé de convencerme que sí es posible recorrer el mundo con sólo talento, carácter y valentía. Ella viaja tan unida a sus ideales, buscando la coherencia entre la palabra y el vivir, sufriendo la lucha latinoamericana en contra de la opresión, la injusticia y la falta de conciencia; siempre en la búsqueda de la emancipación. En Relatos de Viaje, es claramente expuesto su conocimiento amplio acerca de estos aspectos políticos, no sólo de su tierra natal, sino de aquellas foráneas que visitó. Los datos históricos alimentan su relato y no quedan imperceptibles o irrelevantes a la ruta de viaje que seguía, esto hace que su narración sea vivida de cerca, desde las memorias depositadas en la historia de cada país o región. Su pasión por la difusión de conocimiento y la concientización es un aspecto imperioso en su escritura, es así como el lector fácilmente puede verse inmerso en el anhelo de equidad y justicia en tierras latinoamericanas. Las experiencias que allí leí fueron para mí como una “cachetada de realidad”, como un sacudón que incita a reflexionar profundamente sobre la existencia humana, la corrupción y el poder; que invita insistentemente a un cambio radical. El contacto con la tierra y la naturaleza, narrado por Denise a lo largo de su viaje, produjo paz y tranquilidad en mi corazón. Su cercanía con lo rural, hace recordar los días en calma junto al sonido de un río, las aves, el mar, el viento, la vida. Con este libro, una vez más entendí lo latente y fuerte que es la cultura suramericana, tan rica en narraciones y sincretismo. Evidentemente, no deja que ningún viajero se vaya de las tierras de cada uno de sus países sin algún relato que le haga experimentar la maravilla de la palabras, el canto de la gente que expulsa con fuerza su sentir y sus fervientes creencias; la fuerza que la misma naturaleza con su verde, su agua, su sonido, deja sin aliento a quien se enfrenta a su imponente presencia. “Sin más, ni más”, le doy la bienvenida al relato de Denise a nuestras vidas. Bienvenido sea el gozo de su viaje y la alegría de haber compartido con nosotros su caminar. María Alejandra Q. Gómez