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El amor es un gran tema, sin duda alguna. Inunda toda nuestra cultura y determina nuestros sentimientos, deseos, metas y expectativas vitales. El romanticismo condiciona nuestra forma de organizarnos socialmente, pues el dúo es la única fórmula de convivencia bendecida por el Estado y la Iglesia. Por eso es de vital importancia analizar la influencia de las emociones construidas desde la cultura en nuestra forma de organizarnos políticamente. Invertimos tanto tiempo, energías y recursos en el amor romántico que parece mentira que no proliferen las investigaciones sobre la dimensión económica y sociológica del amor romántico. La cantidad de dinero que empleamos en celebrar las uniones amorosas, en lunas de miel, en crear y destruir nidos de amor, en psicólogos que nos ayudan a resolver nuestros problemas amorosos, en abogados que nos casan y nos divorcian, en regalos de aniversario, etc. es tal que se hace absolutamente necesario determinar cuánto nos cuesta al año este tremendo negocio en el que participamos todos y solo unos pocos se benefician. Leer el libro de Esther Pineda G. me ha encantado por la cantidad de preguntas que nos regala. Cada una de ellas nos abre puertas y ventanas a un tema marginado por todas las ciencias sociales, que se han centrado generalmente en el tema de la sexualidad como un fenómeno separado de las emociones y de la cultura que heterodirige esas emociones. El por qué las emociones y los sentimientos no han sido considerados temas de análisis obedece fundamentalmente al reduccionismo al que nos hemos visto condenados desde los albores de nuestra civilización occidental. Percibimos y pensamos el mundo en base a dicotomías polarizadas en dos extremos opuestos y excluyentes, de modo que nuestra ciencia y filosofía se han visto empobrecidas al separar la razón y la emoción, y al jerarquizar estos fenómenos situando a uno por encima del otro. En base a esta forma de concebir y explicarnos la realidad, hemos dividido el mundo en dos grandes grupos. De un lado se sitúa la razón, la ciencia, la objetividad, la civilización, la masculinidad, el orden, el poder, la fuerza, la luz, el éxito. En el otro lado tenemos las emociones, la naturaleza, la feminidad, la debilidad, la subjetividad, el caos, el misterio, la magia, la luna llena y la noche oscura. Las mujeres hemos sido consideradas siempre seres salvajes dominadas por emociones irracionales, eternas menores de edad, dependientes, débiles y maquiavélicas en nuestras estrategias para sobrevivir. Por eso el amor se ha considerado un tema femenino, y por eso apenas ha tenido repercusión en el área de las ciencias sociales o la filosofía, áreas de conocimiento hipermasculinizadas en cuya cúspide se sitúan los hombres blancos de clase alta, que son los que deciden lo que es científico y lo que no lo es. Hombres blancos de clase alta son, también, los que financian las investigaciones sobre los “temas importantes”, tales como la tecnología empleada para fines bélicos. Los sentimientos y emociones quedaron relegados al área de las artes y la cultura, también copada por los hombres. La mayor parte de los músicos, compositores, cantantes, pintores, escritores, escultores, poetas, diseñadores famosos han sido hombres, y la mayor parte de sus obras han estado basadas en el dolor y la frustración que les invade cuando no son correspondidos por la mujer amada (la malévola y la ingrata). En este sentido, el romanticismo decimonónico es un movimiento artístico y literario liderado por hombres a los que no les gustaba la cruda y grisácea realidad del mundo. En lugar de proponer soluciones para transformar esa realidad, los románticos lloriquearon, patalearon y buscaron soluciones individuales para “salvarse” de la mediocridad y el horror, mecanismos de escape que les transportaran a mundos más bellos y armoniosos en los que las mujeres somos meras herramientas para que ellos alcanzaran lo sublime y lo divino. Hoy el amor romántico es una utopía globalizada de carácter colectivo que sirve para entretener a las masas con la promesa de que si lo encuentran, hallarán la felicidad. Construido a base de mitos, el amor romántico ha servido también para someter a las mujeres, para perpetuar la división de roles, para hacernos creer que el amor es la salvación y la solución al peso de la existencia y a los problemas económicos. La idea de que el amor lo puede todo, y la idea de que a través del amor se puede ascender en la escala socioeconómica, ha calado fuerte en todas las generaciones, de modo que hoy las masas consumen relatos y canciones de amor y andan frustradas buscando el amor desesperadamente, tratando de encontrar a sus princesas y príncipes azules, decepcionándose y construyendo relaciones de dependencia mutua y desigualdad. Y es que las rígidas normas basadas en la monogamia y la heterosexualidad nos aprisionan y sirven para que todo siga como está. Por eso se hace necesario, hoy más que nunca, analizar la dimensión económica, política, social, religiosa y cultural del romanticismo posmoderno desde una perspectiva holística que nos permita entender cómo el modelo romántico ha sido idealizado para perpetuar el sistema capitalista patriarcal. En esta línea, Esther Pineda G. lleva a cabo, en esta obra, un análisis multidisciplinar en torno al tema del amor romántico. Su mayor aportación son las preguntas que nos lanza con toda la generosidad, y que nos abren puertas y ventanas al conocimiento, a la reflexión y al debate. Son seis ensayos breves en los que se trata de entender cómo y por qué el amor romántico posee tanta importancia en nuestros días, cómo determina nuestras vidas cotidianas, y como los occidentales reproducimos el sistema sociopolítico y económico a través de idealizaciones que sirven para que todo continúe como está. Partiendo del ámbito de la sociología con un enfoque de género, la autora nos ofrece las herramientas para tratar de entender por qué el amor puede ser un elemento de subversión o transgresión de las normas patriarcales y capitalistas, o un modo de control social sumamente efectivo cuando se inscribe en nuestros cuerpos y emociones. Sin duda alguna, este es el siglo en el que por fin la ciencia social abre sus puertas a la deconstrucción de la ideología que subyace en todo nuestro sistema afectivo, sexual y emocional. Esther Pineda G nos ofrece una obra en la que trata de desenmascarar la ideología que subyace en el mito romántico y que permanece invisibilizado debido a la fuerza de la utopía amorosa, basada en el hechizo de los finales felices. La autora se enfrenta con valentía a este hechizo y nos ofrece herramientas de análisis para deconstruir y cuestionar todos los supuestos sobre los que se asienta nuestra cultura amorosa. La utilidad de esta deconstrucción radica, sin duda, en la oportunidad que nos ofrece para transformar y construir relaciones amorosas más sanas, libres e igualitarias. Si lo conseguiremos o si el romanticismo seguirá anclado en la estructura patriarcal y capitalista es algo que depende de nosotros y nosotras…