Este libro es como el sendero de los andantes. De los que no se rinden, a veces tienen recodos de espera, otras no. Por eso estos relatos son un encuentro en sí mismos. Desde ese pueblo mío, Winifreda, donde nací y llegaron mis abuelos y mi padre de la remota Ukrania me fui enredando en los sueños y los inmensos girasoles, mirando al sol, tratando de no sucumbir al gesto infiel de ingnorarlos. De tal modo, que estos relatos reflejan la aventura de vivir que no tiene precio, pero sí un costo tal vez, en un mundo cargado de heridas. De heridas que no cierran. Las tres partes que lo componen, tratan de expresar la convicción inclaudicable de no perecer, con el rostro de la paz. Así surgen personajes como la abuela partera, la maestra rural, mi padre en el relato “El último resplandor” donde pierde a su amigo y camarada. La trágica década del 90, el recuerdo impostergable a Kostequi y Santillán, la lucha de las mujeres, etc., acompañados de la bella poesía de Paul Eluard.. Asi, tratar de entender el saber colectivo.-