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Esta es la historia inédita de la búsqueda, hallazgo, identificación y repatriación de los restos mortales de los jóvenes cubanos Jesús Cejas Arias y Crescencio Galañena Hernández, de 22 y 26 años respectivamente, secuestrados en Buenos Aires, Argentina, el 9 de agosto de 1976, en el escenario de la Operación Cóndor, cuando se desempeñaban como funcionarios administrativos de la embajada cubana en ese país. Después del secuestro, los condujeron al Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio “Automotores Orletti”, donde fueron torturados hasta la muerte, sin que revelaran ninguna información a sus captores. Sus cuerpos, como destino final a sus vidas, introducidos en tanques metálicos a los que se les añadió cemento, y después arrojados en un basural en las afueras de la ciudad de San Fernando, en la provincia de Buenos Aires, donde luego de más de treinta y seis años, incluyendo una década de intensa investigación, fueron hallados en los años 2012 y 2013. Tras un largo proceso de identificaciones científicas y tramitadas sus repatriaciones ante las autoridades argentinas, sus restos llegaron a Cuba, recibieron los honores merecidos y depositados en el Panteón de los Caídos en Defensa de la Patria en el cementerio de Yaguajay, provincia de Sancti Spíritus y en uno de la ciudad de Pinar del Río, sus respectivos lugares de nacimiento. Ambos jóvenes retornaron a la Patria que un día los vio partir a cumplir con su deber laboral, para quedar eternamente en la memoria de los cubanos, donde no hay espacio para el olvido por el legado que dejaron a las presentes y futuras generaciones, como ejemplo de entereza, valentía y lealtad a la Revolución y a nuestro pueblo. Ellos, con su actitud constituyen un ejemplo fehaciente del Hombre Nuevo, al que se refirió Ernesto Che Guevara. .... Jesús Cejas Arias de 22 años y Crescencio Galañena Hernández de 26 trabajaban en la embajada de Cuba en Buenos Aires y habían llegado a Argentina con la ilusión de dos jóvenes que cumplirían una misión diplomática para su país. Nadie podría imaginar que iban a vivir junto a miles de argentinos la “noche y niebla” de las desapariciones forzadas, que iban a compartir aquella tragedia dantesca, tan difícil de contar y tan necesaria conocer por el mundo para que nunca más se repita. Es un libro escrito desde el dolor, pero también desde la responsabilidad de responder a un pueblo, el de Cuba, a las familias, a las madres de ambos que durante años esperaron el retorno de los suyos día por día. Respuestas a una sociedad que ha hecho de la solidaridad una forma cotidiana de vida, en un proceso revolucionario, donde también la resistencia fue y es una forma de vida cotidiana. El libro narra la historia de dos héroes muy jóvenes, y va más allá del interés de un estudioso que siempre es válido. Aquí los investigadores deben contener su propio dolor, la indignación y la impotencia, cuando en ese camino de búsqueda de la verdad, hubo que enfrentarse a los responsables, a los asesinos respondiendo a los interrogantes con absoluta frialdad, como si se tratara de un tema administrativo de poca monta. Además de mantener la rigurosidad que exige el tema, el libro acude a varios géneros, incluso en su primera parte novelada nos lleva a un recorrido que inicia Méndez, para no omitir recuerdos, vivencias, a partir de datos, señales, algunos documentos que se entrecruzan. Lo que sorprende y hace más viva esta historia, es la descripción de cada momento, de cada lugar, ciudades, aeropuertos, caminos sesgados que debe recorrer el investigador, y el lenguaje que se elige para contar esta búsqueda, sobre el destino de dos jóvenes secuestrados en una calle de Buenos Aires en agosto de 1976, a menos de seis meses de la imposición de la más cruenta dictadura en la historia de Argentina, que dejó alrededor de 30 mil desaparecidos miles de asesinados, escasos sobrevivientes, en más de 500 Centros Clandestinos de Detención (CCC).Pero también el robo de unos 500 niños nacidos en cautiverio o secuestrados con sus padres, que fueron desaparecidos ... (Fragmento del prólogo de Stella Calloni)