AR$ 3000.00 - U$S 5.00
Para poder leer este libro primero debes ingresar como usuario
El 4 de septiembre de 1870, cuando los obreros de París proclamaron la República, casi instantáneamente aclamada de un extremo a otro de Francia sin una sola voz disidente, una cuadrilla de abogados arribistas, con Thiers como estadista y Trochu como general, se posesionaron del Hôtel de Ville. Por aquel entonces, estaban imbuidos de una fe tan fanática en la misión de París para representar a Francia en todas las épocas de crisis históricas que, para legitimar sus títulos usurpados a los gobernantes de Francia, consideraban suficiente exhibir sus actas ya caducas de diputados por París. En nuestro segundo manifiesto sobre la pasada guerra, cinco días después del encumbramiento de estos hombres, os decíamos ya quiénes eran1. Sin embargo, en la confusión provocada por la sorpresa, con los verdaderos jefes de la clase obrera encerrados todavía en las prisiones bonapartistas y con los prusianos avanzando a toda marcha hacia París, la capital toleró que asumieran el poder bajo la expresa condición de que su solo objetivo fuera la defensa nacional. Ahora bien, París no podía ser defendido sin armar a su clase obrera, organizándola como una fuerza efectiva y adiestrando a sus hombres en la guerra misma. Pero París en armas era la revolución en armas. El triunfo de la París sobre el agresor prusiano hubiera sido el triunfo del obrero francés sobre el capitalista francés y sus parásitos, dentro del Estado. En este conflicto entre el deber nacional y el interes de clase, el gobierno de la defensa nacional no vaciló un instante en convertirse en el gobierno de la traición nacional. (...)